En un mundo en el que la transición hacia fuentes de energía renovables se ha convertido en una prioridad, el almacenamiento energético a gran escala es fundamental para conseguir estabilidad y eficiencia en los sistemas eléctricos. Es por eso, que nacen las baterías de flujo redox.
Su capacidad para almacenar grandes volúmenes de energía durante largos periodos de tiempo las convierte en una solución clave para enfrentar los desafíos que supone guarda la energía que proviene de fuentes como la solar y la eólica.
La necesidad de independizarnos de los combustibles fósiles y caminar hacia un planeta más verde. Está dando paso a un modelo energético basado en recursos renovables, pero su implementación efectiva requiere soluciones avanzadas de almacenamiento.
Las baterías de flujo redox pueden ser la solución porque, prometen estabilizar las redes eléctricas y facilitar la integración de energías limpias en sistemas existentes. En este artículo, explicaremos cómo funcionan sus beneficios y los obstáculos que aún deben superarse para su implementación.
Las baterías de flujo redox son sistemas electroquímicos que almacenan energía mediante reacciones de reducción y oxidación en electrolitos líquidos.
A diferencia de las baterías convencionales, donde la energía se almacena en electrodos sólidos, estas baterías utilizan dos soluciones de electrolitos contenidas en tanques externos.
Estos líquidos circulan a través de una celda electroquímica separada por una membrana, permitiendo la transferencia de electrones y la generación de electricidad. La separación entre la capacidad de almacenamiento y la potencia una característica distintiva que las hace altamente flexibles.
Aunque menos conocidas que las baterías o pilas de litio o las de estado sólido, ahora están cobrando importancia y se han postulado como una alternativa válida en el almacenamiento de energía a largo plazo. Es por esto que se espera que para 2030 su uso crezca anualmente un 19,9%.
La transición energética asociada al crecimiento de uso de energías renovables como la energía solar o la eólica, ha traído consigo el crecimiento de las baterías de flujo redox. Se estima que esto lleve a la industria a conseguir ganancias de 700 millones mundiales para el año 2030.
Las baterías de flujo redox tienen un impacto positivo significativo en el planeta, especialmente en el contexto de la transición hacia energías más limpias y sostenibles.
En resumen, las baterías de flujo redox representan un avance hacia un sistema energético más limpio, eficiente y sostenible, con beneficios directos para el medio ambiente y la lucha contra el calentamiento global.
A pesar de su potencial, las baterías de flujo redox enfrentan desafíos significativos que limitan su adopción generalizada.
Las baterías de flujo redox representan un avance significativo en la búsqueda de soluciones para el almacenamiento energético a gran escala.
Su capacidad para adaptarse a las necesidades de las redes eléctricas, combinada con su durabilidad las convierte en una tecnología con un futuro prometedor en el marco de la transición energética.
A medida que la demanda de energía renovable crece, estas baterías podrían desempeñar un papel crucial en la construcción de un sistema eléctrico más sostenible, eficiente y confiable.
Convirtiéndose en el primer paso de una camino hacia un futuro donde las fuentes limpias sean la norma y no la excepción.
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